
Carla (18) vive con sus padres y sus tres hermanos, acaba de terminar el bachillerato y desearía estudiar Contabilidad en
Todo está cada vez más confuso, ya ni sale con sus amigas porque le aburre las tertulias con sabor a criticas de vidas ajenas y hombres, y hasta a su propio novio Raúl (20) lo trata con indiferencia. Es como si la edad misma fuera la culpable de sentirse así, angustiada, vulnerable y preocupada. ¿O quizás la madurez había tocado su puerta? De todos modos ella no le haría caso.
Son las 7:00 h de la mañana no sabe si es mejor quedarse en la cama y vivir soñando, o levantarse y descargar su ira con el primer ser humano que se le acerque, lastimosamente la victima siempre era alguien de la familia.
- Por fin soy mayor…lo decía con un intenso suspiro. Ahora tendré que trabajar e irme de la casa.
Los motivos casi no existían pero ella los inventaba, la presión de sus padres era lo que la atormentaba, y claro el deseo de su propio espacio, un auto y una casa.
Ojalá la solución solo fuera irse de la casa pero lo que ella no entendía era que allí afuera adonde tanto anhelaba ir era peor de lo que en su casa soportaba.
En su trabajo se encontró con el doble de presión del que huía. Y preferiría que le prohibieran salir una noche de fiesta, que quedarse a dormir por cansada. El tiempo se volvía cada vez más poco y aprovechaba hasta el último minuto que le sobraba.
Extrañaba hasta las maldades de sus hermanos porque no hacían daño, como la constante envidia de sus compañeros de trabajo. Y escuchar el grito de su padre era mucho mejor que aquel grito amargo del jefe Ramón. Y aunque siempre soñó con tener mucho dinero en sus manos, no le rendía tanto como aquel que su madre le daba en el día de sus cumpleaños.
Lo bueno es que Carla admitió que se había equivocado y que huir de los problemas no sería la solución, sino enfrentarlos. Tampoco se puede pensar que salir de la casa es lo mejor, ni lo más fácil, porque uno debe estar preparado.
Afuera es un mundo de competencia, donde no sobrevive el más fuerte sino el más astuto. No hay compasión, ni apoyo sólo hay envidia e hipocresía. Es por eso que no debemos adelantarnos, ni saltar etapas en nuestra vida ya que todo está armoniosamente calculado. En cada una de ellas aprendemos algo y creamos el escudo que en el futuro nos protegerá cuando estemos solos y en verdad lo necesitemos.
Y entonces pensaba Carla: “Ya no quiero irme de casa”, ahora “Quiero ir a casa”.
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